Hablemos las cosas por su nombre para no perder el foco. El proceso que se denomina la gran renuncia no será otra cosa que una gran fuga de talento, un gran trasvase de talento entre unas empresas y otras, al menos en nuestro país.
El término «Gran Renuncia» se atribuye a Anthony Klotz, profesor de Management en la Texas A&M University, quien predijo este éxodo masivo en una entrevista que le hicieron para Bloomberg y que puedes leer aquí.
En resumen, este éxodo se debía a profundas reflexiones que hacían los empleados sobre factores como «el tiempo en familia, el trabajo a distancia, los desplazamientos, los proyectos pasivos, la vida y la muerte, y lo que todo esto significa»
A partir de este punto multitud de informes y análisis se han realizado sobre esta cuestión, entre los que destaco From The Great Resignation To The Great Migration de Josh Bersin, What is ‘The Great Resignation’? An expert explains publicado en el Foro Económico Mundial, o ‘Great Attrition’ or ‘Great Attraction’? The choice is yours de Mckinsey & Co.
¿Pero este fenómeno tiene cabida en un país como España?
Estoy convencido que el impacto de este fenómeno estará limitado en nuestro país por nuestra propia cultura, nuestra propia percepción del riesgo, y por tanto, el proceso se limitará a un trasvase de talento desde empresas que no personalicen el cuidado del talento, a otras que lo hagan.
¿Esto qué significa?
Cuidar el talento significa, #personalizar. El talento ya no solo quiere proyectos interesantes y dinero, sino que también busca que la empresa le provea de experiencias personalizadas y automatizadas. Esto implica, entre otras cosas, trabajar en remoto.
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- El talento no es que quiera personalización, es que lo demanda, y si no se le ofrece, buscará en otras organizaciones.
- El talento quiere aprender y subir a la ola de la tecnología. Es fascinante la motivación y el brillo en los ojos de aquellos que viven los cambios como protagonistas, frente a aquellos que ven el cambio desde la distancia.
- La crisis del coronavirus ha puesto en valor a las personas y a las relaciones que realmente importan. Éstas son, nos guste o no, las relaciones con familiares y amigos. El entorno empresarial crea relaciones muy interesantes, enriquecedoras, pero no son las relaciones íntimas que las personas necesitamos. Los empleados quieren espacio y tiempo para construir esas relaciones con las personas que ellos consideren relevantes en sus vidas.
- Los empleados valoran el tiempo más que nunca, siempre ha sido un peaje a pagar a la hora de trabajar en las grandes ciudades, pero ahora los empleados demandarán que el tiempo se respete, esto significa menos atascos y menos reuniones improductivas. Un tiempo que necesitarán para dedicarse a sus motivaciones principales.
- Los empleados quieren transparencia, tanto en los datos que la empresa tiene de cada persona como del uso que hace de ellos. Las personas quieren más transparencia en los planes de carrera, en los pools de talento, en el posicionamiento en las matrices de desarrollo y un sin fin de herramientas que perfilan a las personas; pero sobre todo quiere que esos datos se utilicen para dar un servicio personalizado, no para tomar decisiones de las que pocas veces se tiene constancia.
La conclusión parece evidente, aquellas empresas que sigan gestionando a sus empleados con la visión previa a 2020 sufrirán un éxodo de talento que difícilmente podrán cubrir porque este tipo de organizaciones ya no son atractivas para el talento del presente (y menos del futuro). No será un talento que abandone la organización por la puerta de atrás sino que cambiará por otra organización, entrando por la puerta grande.
Vivimos un momento crítico para la sociedad y para todas las organizaciones, estamos en un proceso de cambio y transformación exponencial. El coste de perder el talento irá más allá de una vacante sin cubrir o de los ahorros que se generan en salarios, el coste será perder el valor de lo intangible, lo más importante, en esta economía del conocimiento.
Reblogueó esto en El corazón en los númerosy comentado:
La gestión de las emociones se torna vital para evitar la gran renuncia o la gran dimisión. Interesante post de mi buen amigo Tomás Otero